La cita era a las 4:30 am a la puerta del Musei Vaticani. Había que sacar la llave que abre la puerta de La Capilla de la pequeña caja fuerte en que se guarda cada noche, atravesar las galerías y despertarlas con el encender de las luces, aun cuando la noche reinara afuera en los jardines del Vaticano y el polvo de oro del amanecer romano todavía no los bañara.
Todavía hablando con los susurros que impone la oscuridad, llegamos frente a la pequeña puerta que encierra el espacio deseado. Entrar fue conectarse con la historia, con el significado profundo de decisiones tomadas aquí mismo que cambiarían el rumbo del timón en más de una ocasión. Entrar fue también el encuentro con la belleza en forma de color, de dibujo, de inspiración y arte. Entrar fue un momento de intimidad con Miguel Ángel, con la Iglesia y con Dios. Entrar fue un lujo… y hoy, un recuerdo inolvidable. CUSTODIOS DEL ARTE Por Maite Basaguren Fotografía Fernanda Chandler Publicado en National Geographic Traveller Noviembre 2018 Las obras de arte más importantes del mundo occidental se encuentran resguardadas en grandes museos, instituciones que se dedican a estudiar y salvaguardar nuestra historia artística. Dos de los museos que se enorgullecen de tener entre su colección invaluables obras del renacimiento italiano son, La Galleria dell'Accademia en Florencia, que aloja desde 1873 la famosa escultura de El David de Miguel Ángel y el Museo Vaticano que alberga La Capilla Sixtina, decorada con los frescos del mismo artista. Conocer el nombre y oír las experiencias de aquellos hombres y mujeres que se encargan de proteger, de la forma más cercana, todos los días, las invaluables obras artísticas de la humanidad es una oportunidad diferente y desde luego, interesante. Cada mañana desde hace 20 años Gianni Crea comienza su jornada laboral a las 5:45 am, “La gente me pregunta si me canso, es imposible cansarse.” Crea, ve salir el sol sobre Roma desde los pasillos, las terrazas y las ventanas del Palacio Apostólico, en las galerías del Museo Vaticano. Este hombre nacido en Roma, y criado en Calabria, de cuarenta y seis años, tiene como trabajo, ser jefe de las llaves del Museo (clavigero), quien tiene la responsabilidad de sacar todos los días de una pequeña caja fuerte, el único objeto que en ella se guarda: la antigua llave que abre uno de los lugares más importantes para la historia de la cristiandad y la historia del arte de occidente, La Capilla Sixtina. Esta capilla toma su nombre por el papa Sixto IV quien la restaurara en 1477 para usarla como capilla privada. En ella los murales renacentistas pintados por Miguel Ángel son testigo desde hace 500 años del famoso conclave, momento en que todos los príncipes de la Iglesia Católica se reúnen a escoger al hombre que será el nuevo Papa. Es desde esta capilla donde se alimenta la chimenea que indicará al mundo a través de la fumata bianca el famoso, ¡Habemus Papa! En el momento en que ya ha sido elegido el hombre que guiará espiritualmente a millones de almas. Más al norte, En Florencia, Flavia Cappelli, florentina, e Irene Cordaro, siciliana son dos de las custodias que desde hace más de seis años se aseguran de que El David de Miguel Ángel pueda ser admirado por casi millón y medio de visitantes cada año sin que esto represente un riesgo para la integridad de la escultura. Con el apoyo de cámaras de seguridad, alarmas y guardias, público proveniente de todas partes del mundo, puede contemplar, alzando la mirada, y desde una distancia relativamente cercana, esta famosa obra en mármol blanco de Carrara que el florentino esculpiera en 1501 a los veintiséis años. Los tres custodios tienen en común el amor a su trabajo y la consciencia plena de tener una gran responsabilidad al abrir y cerrar con sus llaves siglos de historia y belleza, así como también la oportunidad única de vivir de cerca, por un lado, las diferentes reacciones de los visitantes ante estas obras maestras del arte renacentista, y por otro una relación íntima con las obras. De acuerdo al evangelio de Mateo, es Jesús mismo quien entrega las llaves del Reino de los Cielos a San Pedro, el primer papa. Es por esta razón que en el escudo del Vaticano figuran dos llaves cruzadas, la de oro, que representa el poder espiritual de la Iglesia y la de plata que representa su poder temporal. Sin embargo, es Gianni Crea quien guarda la llave de este significativo lugar que encierra la que es quizá la obra pictórica más importante del mundo y el lugar de donde sale el nuevo sucesor de San Pedro. Durante el tiempo que Crea ha estado en su cargo como conserje ha visto ir y venir tres papas, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco I. Todavía dice recordar vivamente ese 13 de marzo, hace 5 años en que Francisco fuera nombrado el nuevo sucesor de San Pedro, tras la renuncia de Benedicto XVI, cuando el Colegio Cardenalicio eligiera como papa número 266 al argentino, Jorge Mario Bergoglio, el primer papa Jesuita y el primero venido del continente americano. “Cuando Francisco I fue electo Papa, yo estaba con mis compañeros y colegas, en la terraza del Vaticano desde donde se ve San Pedro y la Capilla Sixtina. Cuando vimos la fumata bianca sentí que me envolvía una gran emoción y fui con mis superiores a la Plaza de San Pedro para aclamar [junto con la gente] al nuevo pontífice. Después que lo anunciaron, curiosamente, primero se hizo un gran silencio, y entonces entendí que era un Papa Latinoamericano el elegido, tras sus primeras palabras hubo un aplauso fortísimo y conquisto a todos con su sencillez.” Sin embargo, la mayoría de los días de Crea no son así. Comienzan en la oscuridad y es su misión ir iluminando sala a sala el camino hacia la capilla. Crea abre y entra por la misma puerta de 80cm. donde pasan al año más de seis millones de visitantes que quieren ver con sus propios ojos la decoración del techo que Miguel Ángel, por encargo del Papa Julio II — y después de haberse negado repetidamente, argumentando que él no era pintor sino escultor— pintara en 1508, dejando plasmada su interpretación del Génesis, primer libro de la Biblia, y del momento que Dios infundiera con un soplo de vida a Adán, así como su versión del Juicio Final (1535) con sus más de 300 desnudos en todas las posturas imaginables en la pared detrás del altar. Y aunque las líneas de gente para visitar estos museos son largas, el número de visitantes de ambos museos no baja, lo cual no es sorprendente después de escuchar a las custodias Flavia e Irene, describir la reacción del público frente a El David, “De cinco metros y diecisiete centímetros, colocado sobre un pedestal de dos metros, El David se encuentra en una suerte de tribuna con una cúpula doble. Quien entra a visitar El David, pasa por un pasillo donde se enfilan unos bloques de mármol de los que salen, a retazos, partes de las figuras [de las esculturas] que Miguel Ángel dejara inconclusas, al fondo de este pasillo se vislumbra esta escultura inmensa [El David] de un mármol muy blanco, perfecta, sublime y majestuosa; al encontrarla el visitante se maravilla y se conmueve y se extasía.” Pero no solo es este tipo de turista el que visita El David, Filosa cuenta que ha habido casos en que alguien entre la gente se ha quitado la ropa para retratarse tan desnudo como la estatua misma y posar así frente a ella. Los guardias de seguridad se han visto en la necesidad de usar el saco de su uniforme para cubrir el cuerpo del impúdico visitante. Sin duda es grande la responsabilidad que tienen en sus manos estos custodios, pero también es cierto que dicha responsabilidad viene acompañada de momentos privilegiados. Como los relata Irene, “Cuando no hay nadie, no hay turistas, ni gente, antes de abrir el museo y estamos solo nosotros [El David y yo], es siempre como si fuera la primera vez, al menos para mí.” De Igual forma Gianni Crea ha tenido la oportunidad de saludar al Papa alguna vez que se lo encuentra en los pasillos del Vaticano, así como cada navidad que Francisco se reúne con los empleados y sus familias. Pero de manera especial el Santo Padre recibió en Santa Marta a la madre de Crea cuando acababa de ser diagnosticada de cáncer. La madre de Crea moriría unos meses más tarde, “Mi madre le contó a todo el mundo sobre su encuentro con el Papa y lo bendecida que se sentía por este hombre extraordinario, después de esto mi madre llevo los dolores de la enfermedad más serenamente; fue un regalo único para mí y para mi familia.” |